dilluns, 22 de febrer del 2010

Ad astra per aspera


Fotografía: Estatua de Edmund Hillary, el primer hombre en coronar el Everest, mirando al Mount Cook o Aoraki en Nueva Zelanda. Fuente: Wikipedia.


En la entrada anterior hablaba de los héroes nacionales: personas cuyo éxito simboliza el éxito de un país, aunque en según qué campos sea dudosa esta asimilación. No hay duda de que Yuri Gagarin y Neil Amstrong deben su éxito a la tecnología aeroespacial de la Unión Soviética y de Estados Unidos, respectivamente, (en cuanto a si el hombre llegó a la Luna, es otro debate), y en este caso si que está justificado. Más dudoso es que el éxito de Robert Peary, Roald Amundsen o Edmund Hillary sea asimilable a su nacionalidad, pero en todo caso siempre es un orgullo para cualquier país haber sido la cuna de la primera persona en conseguir un determinado hito. El ser humano glorifica aquello conseguido a través de la dificultad, como ya expresó Séneca en su famosa frase “ad astra per aspera” (hacia las estrellas a través de la dificultad), que fue justamente el lema de la misión Apolo 1.


Actualmente, asistimos a esta misma batalla en otros campos. El de los deportes es un ejemplo muy claro, como se vio hace año y medio con los Juegos Olímpicos de Pekín o cuando “la roja” ganó la Eurocopa. Un país necesita héroes nacionales, aunque formen parte de un colectivo mayor, hasta el punto de que en Catalunya Radio se refieren a Los Angeles Lakers como el equipo de Pau Gasol (cuando el capitán es Kobe Bryant). Este fenómeno también se da a menor escala: en su región, Fernando Alonso no es el piloto español sino asturiano; y en su comarca Rafa Nadal no es el tenista mallorquín sino el tenista de Manacor. Y en los Juegos Olímpicos de invierno que están teniendo lugar en Vancouver, en Catalunya Radio mencionan a todos los deportistas catalanes que participan, aunque estén en el puesto nº 54: lo importante es que los nuestros están metidos en algo importante (con ello no quiero negarles su reconocimiento, pues es un hito importante competir en unos Juegos Olímpicos).


De hecho, en sus inicios los Juegos Olímpicos ya eran una competición entre naciones y el ganador adquiría estatus de héroe. Puede que las cosas no hayan cambiado mucho a lo largo de casi tres milenios.

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