Decía Albert Einstein que sólo hay dos cosas infinitas, el Universo y la estupidez humana, y que no estaba seguro de lo primero. Pero sin duda alguna, en lo segundo estaba totalmente acertado. Yo no sé si a veces los que nos mandan (o los que mandan a los que nos mandan) se creen que somos imbéciles [me permitiré de usar un lenguaje muy contundente, dada mi indignación] o es que simplemente saben que no tenemos más remedio que tragar con lo que ellos quieran, ya que al fin y al cabo la política española es simplemente la apariencia formal de la economía. Pero me siento insultado como ciudadano y como ser humano inteligente cuando quieren hacerme creer ciertas cosas.
Está de actualidad la codicia de
Supuestamente se dedican a la defensa de los derechos de autor frente a la monstruosa amenaza de las descargas por Internet que arruinará a los creadores y acabará por destruir a la propia cultura. Bueno, el caso es que estas descargas llevan muchos años llevándose a cabo y ninguno de estos señores se ha muerto aún de hambre. Aunque no es de extrañar, cuando los beneficios de este Sindicato de Gángsters, Atracadores y Estafadores se reparten por cuotas de poder en el mercado, sin importar si por lo que se cobra es el último disco de Bisbal o el concierto anual de
La estocada a este absurdo la ha ejecutado Fedea (Fundación de Estudios de Economía Aplicada), cuyo último informe registra un aumento de los beneficios del sector musical, a pesar de la apocalíptica amenaza de las descargas. La clave es simple: reconocer que la industria musical debe adaptarse a los cambios tecnológicos y promocionar otras formas de distribución como el iTunes [el Word me lo cambia por atunes] o un aumento de las giras y conciertos en directo, que además son un espacio mucho más democrático y no sometido a los que tienen poder en la industria.
Este informe desmiente completamente la idea de que las descargas o la utilización de la música en público son una amenaza para los autores, y a la vez señala quiénes son las amenazadas: las grandes distribuidoras comerciales, que son las más beneficiadas en su papel de intermediarias entre el creador y el consumidor, y que ven como el poder que tenían se les escapa de las manos. El autor VENDE sus derechos de explotación a las distribuidoras, y son estas las que se lucran con la distribución física de las obras. No es, por lo tanto, una cruzada por los derechos de los creadores, sino de una pura y simple defensa gremial de distribuidoras físicas contra páginas de descarga. Que desde su punto de vista me parece normal que defiendan sus intereses, pero que no nos lo quieran vender como lo que no es.
Aun así, seguramente
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