divendres, 30 d’abril del 2010

La mafia de la SGAE (Sindicato de Gángsters, Atracadores y Estafadores)


Decía Albert Einstein que sólo hay dos cosas infinitas, el Universo y la estupidez humana, y que no estaba seguro de lo primero. Pero sin duda alguna, en lo segundo estaba totalmente acertado. Yo no sé si a veces los que nos mandan (o los que mandan a los que nos mandan) se creen que somos imbéciles [me permitiré de usar un lenguaje muy contundente, dada mi indignación] o es que simplemente saben que no tenemos más remedio que tragar con lo que ellos quieran, ya que al fin y al cabo la política española es simplemente la apariencia formal de la economía. Pero me siento insultado como ciudadano y como ser humano inteligente cuando quieren hacerme creer ciertas cosas.


Está de actualidad la codicia de la SGAE, una agrupación de truhanes y vividores cuyo trabajo consiste en cobrar un sueldo astronómico (y una pensión de jubilación de más de 20.000 euros al mes para su director) por exprimir a la gente con todas las excusas que puedan. Primero querían cobrar a las peluquerías por poner música, luego a los institutos por representar obras de Lorca (al cual no creo que le importe mucho a estas alturas) y su última ocurrencia es querer cobrar a las bibliotecas por prestar obras (es decir, por cumplir su cometido).


Supuestamente se dedican a la defensa de los derechos de autor frente a la monstruosa amenaza de las descargas por Internet que arruinará a los creadores y acabará por destruir a la propia cultura. Bueno, el caso es que estas descargas llevan muchos años llevándose a cabo y ninguno de estos señores se ha muerto aún de hambre. Aunque no es de extrañar, cuando los beneficios de este Sindicato de Gángsters, Atracadores y Estafadores se reparten por cuotas de poder en el mercado, sin importar si por lo que se cobra es el último disco de Bisbal o el concierto anual de la Orquestra Nacional de Gaitas Gallegas. Y otro tanto con el canon digital, otra memez como un piano: ¿Cómo saben ustedes que voy a utilizar ese disco duro para piratear? ¿Y si quiero tener un backup de mis archivos? ¿Y si quiero guardar mis partidas de la X-Box 360? ¿Y si tengo una colección de porno polaco? ¿Les voy a ocasionar algún perjuicio a los autores de la SGAE?


La estocada a este absurdo la ha ejecutado Fedea (Fundación de Estudios de Economía Aplicada), cuyo último informe registra un aumento de los beneficios del sector musical, a pesar de la apocalíptica amenaza de las descargas. La clave es simple: reconocer que la industria musical debe adaptarse a los cambios tecnológicos y promocionar otras formas de distribución como el iTunes [el Word me lo cambia por atunes] o un aumento de las giras y conciertos en directo, que además son un espacio mucho más democrático y no sometido a los que tienen poder en la industria.


Este informe desmiente completamente la idea de que las descargas o la utilización de la música en público son una amenaza para los autores, y a la vez señala quiénes son las amenazadas: las grandes distribuidoras comerciales, que son las más beneficiadas en su papel de intermediarias entre el creador y el consumidor, y que ven como el poder que tenían se les escapa de las manos. El autor VENDE sus derechos de explotación a las distribuidoras, y son estas las que se lucran con la distribución física de las obras. No es, por lo tanto, una cruzada por los derechos de los creadores, sino de una pura y simple defensa gremial de distribuidoras físicas contra páginas de descarga. Que desde su punto de vista me parece normal que defiendan sus intereses, pero que no nos lo quieran vender como lo que no es.


Aun así, seguramente la Ley de Economía Sostenible tirará adelante. Pero no sé qué esperan conseguir con ella, ya que resulta imposible cerrar todas las páginas de descargas y rápidamente aparecerán otras páginas y nuevas formas de descarga. Por eso me parece penoso, y me indigna profundamente, que se tengan que dedicar valiosos recursos económicos de las arcas del Estado a proteger una industria que se niega a evolucionar y que más temprano que tarde tendrá que resignarse a lo inevitable. Al fin y al cabo, hace ya tiempo que existen las fotocopiadoras y hoy se editan más libros que nunca.

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