dijous, 13 de maig del 2010

Liberación animal (reseña)

(Viene de la entrada anterior)


PRESENTACIÓN Y PRÓLOGOS

Ya en la presentación del libro (a cargo de Paula Casal) y en los prólogos a las dos ediciones (la de 1975 y la de 1990, ambas de Peter Singer) se plantean algunas de las que serán las ideas principales del libro:

- El especismo (la discriminación basada en la especie) es similar en su fondo al racismo (basada en la raza) y el sexismo (basada en el sexo). En todos los casos, para justificar el sometimiento de un grupo dominado a un grupo dominante, existen unos argumentos basados en la supuesta inferioridad de aquellos que pertenecen al grupo dominado, por lo cual su sometimiento queda justificado al no gozar de un estatus igual. Sin embargo, estos argumentos son profundamente egocéntricos por parte de los dominantes: no existe ninguna razón objetiva por la cual las mujeres sean inferiores a los hombres, salvo que como una determinada sociedad otorga el poder a los hombres, estos están en condiciones de imponer su dominio. Es, pues, una falacia basada en la imposición de las propias características como superiores por parte de aquellos que ostentan el poder. Y, si en el caso de los movimientos de liberación de los esclavos o por los derechos de las mujeres y los negros estos colectivos podían organizarse por sí mismos para luchar por ellos, los animales no pueden hacerlo. Por lo tanto, es responsabilidad de los humanos hacer valer sus derechos, ya que el hecho de que no puedan reivindicarlos no significa que no los tengan.

- La discriminación justificada en base a las diferencias no puede tener la misma consideración cuando se trata del sufrimiento de un individuo o de su muerte. Por supuesto, los seres humanos tienen una serie de expectativas vitales que los ratones no tienen (como encontrar la felicidad o realizar proyectos de vida), pero sufren igualmente ya que poseen un sistema nervioso complejo. No es lo mismo, pues, la muerte de un ratón que la de una persona, pero el mismo sufrimiento es igual de inmoral cuando se aplica a seres con sistemas nerviosos parecidos y capaces de sentir el dolor por igual.

- El respeto por los animales no se debe basar en argumentos emocionales, por dos motivos: porque así se excluye a los animales que no resulten “simpáticos” (como los lobos o los ratones) y porque, de basarse en la emoción, se podría alegar que la defensa de los animales es una cuestión de pena y no racional.

- Las pautas de comportamiento consideradas "normales" son habitualmente aquellas que benefician al grupo que se beneficia de ellas. Transformar esas pautas requiere reexaminar desde una consideración moral aquello que consideramos normal por evitar la incomodidad y el cambio de actitud que requeriría cuestionárnoslo. “A la gente que come a diario trozos de no humanos descuartizados le resulta difícil creer que esté haciendo algo malo, y también imaginar lo que podría comer en su lugar.” (pg. 23)

- El propio lenguaje ya marca una distinción entre los animales no humanos y los humanos, en tanto que a los primeros se les designa como “animales” y a los segundos como “humanos”, creando así una barrera que da a estos últimos un estatus especial sobre el resto de especies (especismo). Sin embargo, las diferencias entre los humanos y el resto de simios son muchos menores que la que existen entre especies tan dispares como los chimpancés y las otras y que, sin embargo, son etiquetadas ambas como “animales”.

- La liberación de los animales sería también beneficiosa para el conjunto de la humanidad: “El enorme énfasis que ponen las naciones más ricas en la cría de animales para la alimentación da como resultado un despilfarro de alimentos varias veces superior a los que se producen. Si cesara la cría de animales y su sacrificio como fuente de alimento, quedaría disponible una cantidad mucho mayor de alimentos para los humanos que, distribuida adecuadamente, eliminaría del planeta la muerte por hambre y desnutrición.” (pg. 25)


CAPÍTULO 1 – TODOS LOS ANIMALES SON IGUALES

Este capítulo pone las bases filosóficas del por qué los animales deben tener unos derechos. Al compararlo con la igualdad entre etnias o entre sexos, Singer dice: “El principio de la igualdad de los seres humanos no es una descripción de una supuesta igualdad real entre ellos: es una norma relativa a cómo deberíamos tratar a los seres humanos.” (pg. 40) La misma idea puede aplicarse a otras especies: el hecho de que otros animales no sean iguales a los humanos genéticamente o que hayan desarrollado aptitudes distintas a las nuestras no implica que por ello deban tener menos derechos.

Singer, en la línea de otros utilitaristas como Jeremy Bentham o Henry Sidgwick, sostiene que el punto clave es no partir del supuesto de considerar al ser humano como superior. En esta circunstancia, hay que reconocer que “el bien de un individuo particular no tiene más importancia, desde el punto de vista del Universo (por decirlo así), que el bien de cualquier otro” (pg. 41). Singer lo explica de la siguiente manera: “Si un ser sufre, no puede haber justificación moral alguna para negarse a tener en cuenta este sufrimiento. (...)Cuando un ser carece de la capacidad de sufrir, o de disfrutar o ser feliz, no hay nada que tener en cuenta. Por tanto, el único límite defendible a la hora de preocuparnos por los intereses de los demás es el de la sensibilidad (entendiendo este término como una simplificación que, sin ser estrictamente adecuada, es útil para referirnos a la capacidad de sufrir y/o disfrutar). Establecer el límite por alguna otra característica como la inteligencia o el raciocinio sería arbitrario. ¿Por qué no habría de escogerse entonces otra característica, como el color de la piel?.” (pg. 44-45) Y concluye: “El racista viola el principio de igualdad al dar más peso a los intereses de los miembros de su propia raza cuando hay un enfrentamiento entre sus intereses y los de otra raza. El sexista viola el mismo principio al favorecer los intereses de su propio sexo. De modo similar, el especista permite que los intereses de su propia especie predominen sobre los intereses esenciales de los miembros de otras especies. El modelo es idéntico en los tres casos.” (pg. 45)

Según Singer, el especismo se sostiene sobre dos argumentos: que los animales no tienen intereses y que son incapaces de sufrir de la misma manera que lo son los humanos. En cuanto a la primera afirmación, la falacia que hay en ella es que considera como valores de referencia los intereses y el sufrimiento de las personas. Obviamente, una ternera no tendrá los mismos intereses que puede tener una persona, no tendrá planes de vida para el futuro ni sueños que desee cumplir. Sin embargo, que estos intereses no sean siempre los mismos no quiere decir que no tengan intereses vitales como vivir una vida sin sufrimiento permanente y satisfacer sus necesidades sociales como individuos dentro de la organización social de su especie. En cuanto al segundo argumento, biológicamente no se sostiene porque los sistemas nerviosos de muchos de los animales más evolucionados (como mamíferos y aves) funcionan de manera muy parecida, lo bastante como para poder afirmar científicamente que ante los mismos estímulos agresivos sus sistemas nerviosos reaccionan igual y muestran los mismos signos externos de padecer dolor que muestra una persona. El problema de partida de las teorías que niegan que los demás animales sienten dolor está en que, al considerarlos como inferiores moralmente, se infiere que biológicamente también deben de serlo, cuando es una cuestión de biología y no de la consideración moral que uno pueda tener de ellos. Esto, a su vez, proviene de otra falacia: considerarlos inferiores simplemente porque no poseen un lenguaje verbal que podamos entender, cuando pueden ser tremendamente expresivos a través del lenguaje corporal, cadencias de voz, etc. El problema es que la mayoría de las personas no están acostumbradas a interpretar estos otros lenguajes: Por supuesto que la mayoría de los padres entiende mejor las respuestas de sus hijos que las de los otros animales, pero esto es simplemente consecuencia del mayor conocimiento de nuestra propia especie y del mayor contacto que tenemos con los niños pequeños, en comparación con los animales. Tanto los que estudian la conducta de otros animales como quienes tienen animales de compañía aprenden pronto a entender sus respuestas tan bien como entendemos las de un niño, y a veces mejor.” (Pg. 51)

Todos estos argumentos a favor de una supuesta inferioridad de los demás animales respecto a los humanos se pueden refutar considerando que podrían aplicarse también a los recién nacidos, que aún no tienen intereses vitales, ni un lenguaje que podamos entender ni una conducta todavía compleja; y no por eso se defiende que se les pueda maltratar o que no tengan la capacidad de sufrir. Sin embargo, hay que tener en cuenta también la capacidad de cada especie para sufrir ante una circunstancia concreta: “Si le doy a un caballo una fuerte palmada en la nalga quizá se sobresalte, pero seguramente sentirá poco dolor porque su piel es lo bastante gruesa como para protegerle de una mera palmada. Sin embargo, si hago lo mismo con un niño llorará y seguramente sentirá dolor porque su piel es más sensible.” (Pg. 51) El principio de que distintas especies tengan la misma capacidad de sufrir no significa que lo hagan en las mismas circunstancias.

En cuanto a la cuestión de la muerte de los animales, la principal justificación es la presunción que la vida humana es sagrada pero no así para los demás animales. Sin embargo, esta postura no se sostiene desde un punto de vista lógico ya que, si está mal matar a una persona en estado vegetativo, también debe estarlo matar a un animal en sus plenas facultades que muestra una capacidad de relación con el entorno mucho mayor. Situar la línea divisoria en la que un ser tiene derecho a la vida basándose en su pertenencia a la propia especie es la definición clara del especismo. Otra cosa es que sea más grave privar de la vida a una persona adulta con plena consciencia de su existencia y con sus recuerdos y expectativas de futuro, que hacer lo mismo con un ratón que no posee estas facultades; sin embargo, ello no implica que en el segundo caso esté justificado, sólo que en el primero es más grave.


CAPÍTULO 2 – HERRAMIENTAS DE INVESTIGACIÓN

En este capítulo se habla de los experimentos con animales, tanto para fines militares como científicos o médicos. Algo que critica Singer es que la opinión pública puede reaccionar con indignación cuando los experimentos se hacen con animales con los que normalmente convivimos, como perros, pero que sin embargo no suele haber esta reacción cuando se experimenta con otros animales que no nos despiertan tanta simpatía, como las ratas, a pesar de que pueden sentir el dolor con la misma intensidad.

Lo peor es que muchos de estos experimentos, como los realizados para comprobar las respuestas de los monos a psicopatologías inducidas, ni siquiera tienen una utilidad ya que son situaciones que no se dan de forma natural. Muchos tampoco son de utilidad para resolver casos similares entre los humanos, pero esto se obvia bien porque los que consulten los resultados no van a saber que son aplicables a los humanos o bien porque se considera que es mejor una aproximación que nada. Y a pesar de todo esto, estos experimentos se siguen haciendo, en una suerte de sinsentido. Si ya sería difícil considerar aceptable el hecho de provocar dolor a animales sensibles en pos de un hipotético bien para la humanidad, menos justificación tiene cuando estos experimentos no aportan nada al bienestar de la humanidad: es un sufrimiento completamente inútil. Muchos de estos experimentos están destinados a probar productos cosméticos e higiénicos de forma inútil, puesto que si ya la piel de cada persona es diferente, aún más lo es entre especies distintas. ¿Qué garantiza que un gel de baño que no irrita la piel de un perro no vaya a irritar la de una persona con la piel más sensible?

Torturas físicas y psicológicas que generarían repulsión evidente entre la opinión publica si se tratase de un solo humano, se practican a miles e incluso a millones en individuos de especies que son capaces de sentir el mismo dolor que nosotros. La única explicación es que los científicos que viven de estos experimentos están interesados en mantener el status quo para que se sigan subvencionando sus investigaciones y así puedan seguir recibiendo honores, fama y buenas críticas por sus “descubrimientos”. La fórmula que usan es sencilla, basta con una coletilla al final de los informes: “Es necesario seguir investigando”. Esto sin olvidar toda la poderosa industria de cría de animales para experimentación que hay detrás, y que ofrecen animales criados (y a veces modificados genéticamente) únicamente para este fin, como si se tratase de coches; así como la de fabricación de aparatos para la experimentación. Y es que cuando algo mueve dinero, no importa lo inútil o deleznable que sea.

Los experimentadores tienden a no mencionar o a minimizar el sufrimiento que causan a los animales a menos que sea necesario para comunicar los resultados del experimento. No se hace por dos posibles razones: bien porque se considera innecesario o irrelevante, o bien para no airar a la opinión pública. Sin embargo, esto último no parece tan probable: incluso cuando es necesario describirlo, lo hacen sin pudor alguno y siguen recibiendo menciones y distinciones por ello. En muchos casos, por experimentos inútiles que han causado una inmensa cantidad de sufrimiento injustificado a millones de animales, han supuesto un enorme gasto de dinero público y que sólo han servido para corroborar o refutar teorías anteriores igualmente inútiles, crueles y costosos. Y si no aportan nada positivo, se pregunta Singer qué justificación puede haber para tanto sufrimiento. La respuesta evidente es: ninguno. “El dilema central del investigador se plantea, pues, de forma especialmente aguda en la psicología: o bien el animal no es como nosotros —en cuyo caso no hay razón para realizar el experimento—, o bien el animal es como nosotros y, en este caso, no debemos utilizarlo para realizar un experimento que consideraríamos una atrocidad si lo hicieran con uno de nosotros”. [Pg. 89]

A continuación, cito algunos fragmentos que aclaran toda duda sobre la necesidad de experimentar con animales y el por qué se siguen haciendo: “Entre las decenas de millones de experimentos realizados, sólo unos cuantos contribuyen a la investigación médica importante. (…) Todo esto puede seguir ocurriendo sólo por el prejuicio que nos impide tomarnos en serio el sufrimiento de un ser que no pertenece a nuestra misma especie”. [Pg. 76] Podríamos discutir sobre la moralidad de estos pocos experimentos que realmente son importantes para los humanos, pero no sobre todos los demás. A este respecto, Singer lo sintetiza así: “La oposición contra los experimentos con animales ha existido durante mucho tiempo, pero ha progresado poco debido a que los realizadores de los experimentos, apoyados por las compañías comerciales que obtienen un beneficio proporcionando los animales de laboratorio y el equipo, han sido capaces de convencer a los legisladores y al público de que la oposición proviene de fanáticos ignorantes que consideran más importantes los intereses de los animales que los de los seres humanos. Pero oponerse a lo que está sucediendo hoy no implica insistir en que se suspendan todos los experimentos inmediatamente. Basta con decir que se suspendan aquellos experimentos que no cumplan un objetivo directo y urgente, y que en los demás campos de investigación se sustituyan, siempre que sea posible, los experimentos que requieren animales por métodos alternativos que no los necesiten.” [Pg. 76-77]

El capítulo termina con un mensaje de esperanza: “Seguramente algún día los hijos de nuestros hijos, al leer lo que se hacía en los laboratorios en el siglo XX, sentirán ante lo que era capaz de hacer gente que, por lo demás, era civilizada el mismo horror e incredulidad que sentimos hoy nosotros cuando leemos las atrocidades de los gladiadores de los circos romanos o del comercio de esclavos en el siglo XVIII.” [Pg. 133] Ojalá sea así.


CAPÍTULO 3 – LA GRANJA INDUSTRIAL

Este capítulo está dedicado a la explotación de animales para el consumo, que Singer describe como “la mayor explotación que jamás haya existido de otras especies.” [Pg. 135] Y ciertamente, al menos numéricamente, lo es.

No hace tanto tiempo que los animales destinados al consumo se criaban en granjas tradicionales en las que, al menos, los animales vivían con una relativa comodidad (aunque no fuese en libertad) y unas condiciones higiénicas y alimentarias adecuadas, aunque algunas cosas (como mutilaciones de cuernos a los bueyes) ya se hacían entonces. Sin embargo, ahora las cosas son muy peores. El problema básico de la ganadería actual es que no contempla a los animales como seres sensibles, sino como máquinas de las que se busca optimizar el rendimiento cual unidades de producción. De esta forma, no sólo se les condena a una vida de completa esclavitud, sino que no se mira en absoluto por su bienestar ni por la crueldad con la que se los trata, si con esto se mejora la producción. Es una explotación que comienza por parte de las grandes empresas pero que obliga también a los pequeños ganaderos a adoptar esta forma de producción para poder competir con sus productos.

El capítulo describe extensa y detalladamente (tal vez demasiado, llegado a un punto uno tiene la necesidad de dejar de leer) los padecimientos que han de sufrir los animales criados en la granja industrial y que se pueden poner en común en los siguientes puntos:

- Su vida está limitada al tiempo que dure su máxima productividad: En cuanto esta baja se les envía al matadero, mucho antes de lo que sería su tiempo de vida natural.

- No son cuidados en base a lo que necesitarían, sino de la manera que sean más productivos al mínimo coste posible.

- No se les presta atención veterinaria adecuada, ya que resulta más rentable “perder” a los que perecen que lo que costaría dedicarles esa atención. En su lugar, se les suministra antibióticos con la comida.

- Viven hacinados en unas condiciones que les imposibilitan el realizar cualquier tipo de actividad física, especialmente las aves que están confinadas en jaulas en batería. Las leyes avanzan en la dirección de proporcionarles un espacio que al menos les permita moverse, pero esto no es ni mucho menos lo deseable ya que no pueden desarrollar ninguna actividad individual social normal inherente a su especie.

- Como viven hacinados se vuelven irritables y se atacan entre ellos, así que se les imposibilita para hacerse daño (cortándoles el pico a las aves y el rabo a los cerdos), en lugar de procurar eliminar su ansiedad. Estas dolorosas operaciones a menudo se realizan sin ningún tipo de anestesia. “Es absolutamente típico de la mentalidad de los modernos productores de animales el hecho de que la contestación tanto del Departamento de Agricultura como de los productores de cerdos sea mutilar a los animales en lugar de darles las condiciones de vida que necesitan.” [Pg. 165] La excusa de nuevo es que esas instalaciones cuestan demasiado dinero.

- Al vivir hacinados también se les priva de la posibilidad de establecer estructuras sociales y nada parecido a lo que se pueda llamar “vivir” y no meramente “existir”.

- En el caso de las hembras destinadas a parir, no se respetan sus ciclos naturales de reproducción sino que se las ve como máquinas de producir crías: Se las preña, se las hace parir, se desteta a las crías tan pronto como es posible y se las vuelve a preñar para volver a comenzar el ciclo y obtener más beneficios. A las terribles condiciones de confinamiento en que viven se le suma el estrés tanto por parte de las madres como de las crías al ser separadas.

- Se les alimenta no en base a lo que necesitarían, sino al tipo de comida que maximizará los beneficios al vender su carne: Singer detalla el caso de los terneros, a los que se priva de comer hierba porque esto oscurece el color de la carne y esta pierde valor, y que tiene como consecuencia que los animales estén anémicos y padezcan problemas digestivos.

- Las condiciones en las que se transporta a los animales al matadero son tan terribles como las que viven, con un estrés añadido a causa del movimiento del transporte, el hambre, la sed y las temperaturas (congelación a bajas temperaturas y colapso en las altas). Y cuando les llega la muerte, no se comprueba que la anestesia haya surtido efecto (eso cuando se les aturde y no se les somete a una descarga eléctrica o se les mata aún conscientes) y muchos animales todavía están vivos cuando se les sacrifica.

Los animales que se crían por su piel o lana no corren mejor suerte, ya que ni siquiera es necesario que tengan una buena salud.

Aunque las leyes avanzan hacia proporcionar a los animales unas condiciones de vida menos horripilantes, todavía están muy lejos de garantizarles una vida digna.

Las personas que consumen estos animales tampoco parecen relacionarlo con los seres vivos que habían sido. El proceso y sus implicaciones se ocultan a sus ojos para no generar rechazo. De lo que pueden hacer los consumidores para cambiar la situación de los animales destinados al consumo trata el capítulo siguiente.


CAPÍTULO 4 – HACERSE VEGETARIANO

Este capítulo trata, como decía al final del epígrafe anterior, de lo que podemos hacer nosotros para cambiar la penosa situación de los animales. Singer hace las siguientes propuestas: “Escribir a nuestros representantes políticos acerca de los temas discutidos en este libro; hacer que nuestros amigos tomaran conciencia de ellos; educar a nuestros hijos de forma que se preocupasen por el bienestar de todos los seres sintientes, y protestar públicamente en representación de los animales no humanos siempre que se nos presente una oportunidad eficaz de hacerlo.” [Pg. 203] Y lo más importante, “que seamos responsables con nuestras propias vidas y evitemos la crueldad tanto como nos sea posible.” [Pg. 203]

Concretamente, el capítulo trata en detalle los motivos para hacerse vegetariano, que Singer considera el primer paso pues uno no puede comerse los sujetos de su compasión: “Si estamos dispuestos a disponer de la vida de otro ser simplemente para satisfacer nuestra apetencia por un determinado tipo de alimento, está claro que ese ser no es más que un medio para nuestros fines. [Pg. 204] Singer considera, además, que es imposible criar a gran escala animales para el consumo sin hacerlos sufrir (eso es, manteniendo los productos derivados de ellos a un precio asequible).

Singer dice que, al margen que nos opongamos a la muerte de cualquier animal para nuestro consumo o simplemente busquemos que sean criados y sacrificados sin dolor, el vegetarianismo la única forma de presionar eficazmente a los productores para que reconsideren las prácticas de cría intensiva. Es una forma de boicot, ya que si a estos productores les importan sólo los beneficios, para que cambien sus hábitos hay que hacerles llegar un punto en que lo que se ahorren en proporcionar a los animales una vida digna ya no les resulte rentable en comparación con las pérdidas que sufran a causa del rechazo de los consumidores. Pero el primer paso nos corresponde a nosotros como consumidores, ya que mientras compremos productos procedentes de la cría intensiva, les estamos dando a entender que les seguiremos comprando aunque apliquen métodos crueles y, por lo tanto, no cambiarán. Y al contrario: “Cuanto más pequeña sea la demanda, más bajo será el precio y menor el beneficio. Cuanto menor sea el beneficio, menor será el número de animales criados y sacrificados.” [Pg. 208]

En el caso de los peces y marisco capturados en libertad, Singer observa que, aunque hayan tenido una vida libre, la pesca intensiva provoca un impacto ecológico tremendo en los océanos del planeta, lo cual es tan grave como el sufrimiento causado a los animales ya que pone en peligro la biodiversidad. Eso sin contar que las zonas pesqueras a menudo se encuentran en aguas cercanas a países pobres, por lo que se les está expoliando de sus recursos de subsistencia.

En las sociedades modernas la gente está tan acostumbrada a comer animales que el vegetariano es considerado raro. Sin embargo, Singer no ve esto como un problema, sino como una oportunidad para que otras personas adopten esta práctica: “En una sociedad omnívora, a un vegetariano siempre se le pregunta por las razones de su extraña dieta. Esto puede resultar irritante e incluso embarazoso, pero también nos brinda la oportunidad de contarle a la gente las crueldades que se cometen con los animales y que quizá desconozcan.” [Pg. 207]

Singer señala además otro motivo para hacerse vegetariano: como un medio para acabar con el hambre en el mundo. La mayor parte de los cereales que se cultivan tienen como finalidad producir alimento para el ganado de forma masiva, ya que en su estado natural comerían plantas que los humanos no comemos, pero en cautividad se les alimenta con productos que sí pueden consumir las personas. Por lo tanto, si cesara esta cría intensiva, habría mucho más alimento disponible y sería posible erradicar los problemas de hambre y desnutrición a escala mundial. Además de esto, la cantidad de alimento que necesita ingerir un animal para su cría supera con mucho la cantidad de comida que se produce en sacrificarlo. Solamente con criarlos sólo para obtener productos derivados (como huevos o leche) y manteniéndolos vivos y en condiciones adecuadas, se produciría más alimento que el que se obtiene sacrificándolos. El agua consumida por los animales también es mayor (Singer dice que unas 50 veces) que la que se necesita para obtener una cantidad equivalente de alimento vegetal. Vemos pues que la esclavitud de los animales condena también a una gran parte de la humanidad a la hambruna y la sequía. ¿Hay que invertir más alimento para acabar obteniendo menos, sólo por los placeres del paladar?

Por supuesto que todo esto requiere una renuncia por parte de cada uno, pero todos los ideales implican un compromiso: “Resulta fácil adoptar una postura sobre un suceso remoto, pero los especistas, como los racistas, revelan su verdadera naturaleza cuando el tema les toca de cerca. Protestar por las corridas de toros en España, por que coman perros en Corea del Sur o por la matanza de crías de focas en Canadá, a la vez que seguimos comiendo huevos de gallinas que han pasado toda su vida hacinadas en jaulas o terneros a los que se ha privado de sus madres, de una alimentación adecuada y de libertad para tumbarse con las patas estiradas, se parece a denunciar el apartheid en Sudáfrica mientras pedimos a nuestros vecinos que no vendan sus casas a personas negras.” [Pg. 207] Además, la dieta vegetariana puede ser igual de sabrosa que la omnívora.

Un punto importante que señala Singer es dónde deberíamos establecer el límite en cuanto a los seres a los que estamos dispuestos a comernos. Esto depende de dos factores: de que sean seres con sus propios intereses y que sean capaces de sentir dolor. En el primer caso la línea es más difusa, pues a medida que hablamos de seres menos evolucionados sus intereses son menores (una vaca tiene más intereses vitales que una ostra). En el segundo caso, depende de lo evolucionado que esté su sistema nervioso, pero en general la mayoría de animales que nos comemos (los vertebrados) son capaces de sentir dolor.

La forma última de rechazo al sufrimiento de otros animales es hacerse vegano, lo que implica no consumir ningún producto de origen animal aunque no sea su carne (como los huevos o la leche). “Es posible alimentarse adecuadamente sin consumir ningún producto animal en absoluto, un hecho que no es lo bastante conocido” [pg. 221], además de que resulta más sano (aunque, en el caso de los veganos, han de tener algo más de cuidado en su alimentación). Singer es consciente del esfuerzo que supone esto, y dice que cada uno debe llegar hasta donde no se sienta forzado y de forma gradual. Por mi experiencia personal (soy piscívoro), lo suscribo.

Por último, me gustaría terminar con una frase que visualiza la recompensa de adaptarse a una dieta que no implique el sufrimiento de otros animales: “George Bernard Shaw dijo en cierta ocasión que a su tumba lo seguiría un tropel de ovejas, vacas, cerdos, pollos y todo un banco de peces, agradecidos de que su alimentación vegetariana les hubiese evitado morir.” [Pg. 208]


CAPÍTULO 5 – EL DOMINIO DEL HOMBRE

Este capítulo es una aproximación a la consideración filosófica y moral que el ser humano ha tenido de los demás animales a lo largo de la historia (occidental), englobada en tres períodos: el precristiano, el cristiano y el posterior a la Ilustración.

- El pensamiento precristiano occidental gira en torno al judaísmo, por una parte, y a la Grecia antigua, por otro. El primero justifica, a través del Antiguo Testamento, el domino del ser humano sobre las demás especies como mandato divino, le sitúa en la cúspide de la Creación, y a lo largo de los textos vemos como los animales sufren por causas que les son ajenas (por ejemplo, con el diluvio universal). Por otra parte, la tradición griega estaba dividida entre pitagóricos y platónicos: los primeros instaban a tratar a los animales con respeto, pero fue la escuela platónica y la de su discípulo Aristóteles la que tuvo mayor éxito. Este último defendía la esclavitud, tanto de animales como de personas, y en el caso de los primeros considera que directamente existen para satisfacer las necesidades del ser humano.

- En el período cristiano, la consideración hacia los animales aúna una continuación del judaísmo en el cristianismo (el Nuevo Testamento no se muestra más considerado hacia los animales que el Antiguo) y del pensamiento de la Antigüedad (configurado bajo el Imperio Romano, en el cual personas y animales eran sacrificados en el circo como simple divertimiento). Sin embargo, unos pocos filósofos romanos y santos cristianos se manifestaron contrarios a la crueldad hacia los animales, basándose en principios de benevolencia universal y compasión hacia todos los seres, y reconociendo que estos tienen capacidad de sufrir. Sin embargo, los comportamientos mayoritariamente crueles sentarán las bases de la actitud hacia los animales en los siglos venideros, tanto en lo que se refiere a la crueldad con los animales como en cuanto a la inmortalidad del alma humana y por lo tanto a una superioridad de esta especie respecto a las demás. Estas ideas se perpetuarán a lo largo de la Edad Media, dominada por las ideas cristianas; y también en el Renacimiento (que, aun con la ruptura que supondrá respecto al medievo, enfatizará a su propia manera la superioridad del ser humano respecto a las demás especies al situarlo como centro del universo). Sin embargo, como en la Antigüedad, en el Renacimiento hubo personajes destacados como Leonardo da Vinci que se preocuparon del bienestar de los animales. Hubo otros, no obstante, como Descartes, que afirmó que con excepción del ser humano que posee alma, todos los demás seres son simple materia y nada más que autómatas vivientes, incapaces de sentir placer o sufrimiento puesto que estas son cualidades inherentes al alma. Sus ideas influyeron notablemente en el hecho de que la experimentación con animales no se considerase mala, ya que según estas los seres sin alma no sentían dolor y por lo tanto no había razón para tener escrúpulos con ellos.

- La Ilustración trajo consigo una mayor consideración hacia los animales. Ya no se les considera autómatas sino seres sintientes y, según Hume, los seres humanos están obligados a tratarlos bien en nombre de las leyes de la humanidad. El Romanticismo, por su parte, redescubría la Naturaleza y la veneraba. Sin embargo, el especismo no desapareció, simplemente se hizo menos agudo: los seres humanos siguen siendo considerados superiores y tienen derecho a utilizar a los animales, pero con benevolencia. En este sentido, también hay una oposición de ideas entre los filósofos: algunos, como Kant, defienden que los animales existen para se de utilidad a los humanos y que por lo tanto el hombre tiene derecho a someterlos; otros, como Bentham, critican este dominio de la especie humana hacia seres que son capaces de sentir, haciendo de este punto la clave de su argumentación: si sufren, independientemente de que no puedan expresarlo con palabras, es inmoral hacerles daño. En la Gran Bretaña del siglo XIX se empieza a legislar para proteger a los animales, a pesar de que al principio se consideró una propuesta absurda; y nació la primera sociedad protectora de animales. La obra de Darwin El origen de las especies, aunque fue muy criticada, fue decisiva en tanto que eliminaba la separación divina entre el ser humano y el resto de especies.


CAPÍTULO 6 – EL ESPECISMO HOY

El último capítulo analiza, como su nombre indica, los orígenes de las conductas especistas en la sociedad moderna y cómo cambiarlas. El especismo hoy ya no se puede ocultar bajo pretensiones divinas o filosóficas, pero pone muchas barreras para que la gente no sea consciente de ello:

- En primer lugar, la ignorancia sobre la realidad de la situación. Dice Singer que “la ignorancia ha durado tanto sólo porque la gente no quiere enterarse de la verdad. «No me lo digas, me estropearás la comida», es la respuesta habitual ante un intento de decirle a alguien simplemente la manera en que fue producida aquella comida” [Pg. 265]. Desde niños se nos familiariza con dos tipos de animales: los que son mascotas y los que se crían como alimento, sin establecer una similitud entre estos que suponga que nos planteemos la moralidad de comer animales. Esto, unido al hecho de que nos empiezan a hacer comer carne cuando todavía no tenemos capacidad de raciocinio para saber que lo que tenemos en el plato es el cadáver de un animal, hace que crezcamos aceptando comer carne como algo normal. La sociedad tampoco ayuda, pues a través de los cuentos se plantea una imagen idílica de la vida de los animales en las granjas que nos hace asimilar que, al fin y al cabo, criarlos en ellas no está mal puesto que tienen una vida agradable. Incluso si los niños se enteran de la verdad y se niegan a comer carne, esta reacción probablemente encuentre una resistencia por parte de los padres que son quienes les preparan la comida. Los medios de comunicación, ciertamente, tampoco ayudan. No se dedican programas a las penosas condiciones en las que viven los animales de granja, y por el contrario, la publicidad de comida procedente de animales nos los muestra felices y contentos. Lo mismo sucede con los animales para la experimentación.

- La confianza en que, si las cosas estuvieran tan mal, las sociedades protectoras de animales habrían tomado cartas al respecto. Sin embargo, aunque estas han conseguido mejoras muy notables en la protección de animales domésticos de compañía, no así para los de granja, debido a una serie de triquiñuelas burocráticas que les imposibilitan ir radicalmente contra el sistema y conseguir mejoras amplias que afecten a las bases del especismo.

- El argumento de que “los problemas de las personas están antes”. Esto es en sí mismo una muestra de especismo, ya que algunas supuestas preocupaciones de las personas son triviales en comparación con el sufrimiento de otros seres. Incluso cuando se trata de problemas realmente importantes, como la pobreza en los países en vías de desarrollo, luchar para erradicar un problema no implica que se debe descuidar el otro: si ambos son importantes, deberían abordarse los dos y, de hecho, los que se preocupan por el bienestar de los animales suelen hacerlo también con las personas. Incluso como consumidores, podemos colaborar en erradicar esta crueldad simplemente uniéndonos al boicot de los productos que hayan sido producidos con crueldad, sin que esto requiera un esfuerzo activo en cuanto a tiempo, dinero y energías por nuestra parte. Señala Singer muy acertadamente: “cuando los no vegetarianos dicen que «los problemas humanos están primero», no puedo evitar preguntarme qué es exactamente lo que están haciendo por los humanos que les obliga a continuar apoyando la cruel e innecesaria explotación de los animales de granja.” [Pg. 268-269] Al respecto de esta falacia, añade: “Únicamente se estaría en posición de defender esta tesis si se asume que los animales realmente no importan y que, aunque sufran mucho, su sufrimiento es menos importante que el de los humanos.” [Pg. 268]

- La consideración de que los animales son salvajes por naturaleza y que no merecen un trato demasiado humanitario. Sin embargo, se obvia que muchos animales son a efectos sociales menos salvajes que los seres humanos: son fieles a su grupo, no matan más que para comer o evitar ser comidos, no torturan a sus semejantes, no destruyen su entorno… Sin embargo, se tiende a calificar a las conductas complejas de los animales como simple instinto, sin equipararlas a las humanas aunque pueden ser igual de profundas que estas.

- La objeción de que los animales también matan para sobrevivir. Ciertamente es así, pero los animales carnívoros no tienen más elección: sus dientes y su sistema digestivo no se pueden adaptar a una dieta herbívora. “La cuestión, por supuesto, es que los animales no-humanos no son capaces de considerar las alternativas ni de reflexionar moralmente sobre si está bien o mal matar para alimentarse; simplemente, lo hacen.” [Pg. 273] Las personas, por el contrario, sí somos capaces de considerar esas alternativas y por lo tanto esto no es una excusa. Las personas pueden sobrevivir perfectamente con una dieta vegetariana (especies próximas de simios lo hacen) y, de hecho, los estudios nutricionales recientes tienden a considerarla más sana.

- Sugerir que no sabemos si las plantas también sufren. Bueno, los estudios ciertamente no nos han indicado si las reacciones de las plantas ante una agresión responden a una sensación de dolor, pero lo que está demostrado es que la de los animales sí responde a ello. Por lo tanto, y a falta de saber si las plantas “sufren”, debemos optar por el mal menor y eliminar de nuestro menú a las criaturas que con seguridad sufren.

- La observación de que la vida salvaje es muy dura y los animales también mueren. Ciertamente, pero en la granja industrial también les espera inevitablemente la muerte (en muchos de ellos, antes de lo que habrían muerto en libertad) y además viven en condiciones mucho peores que las naturales.

- El argumento de que si no fuera por su destino al servicio de la humanidad, especies domesticadas como las vacas o los cerdos desaparecerían. Sin embargo, eso no justifica que vengan al mundo sólo para sufrir.

- Señalar que algunas especies son una plaga para las cosechas, los rebaños o los bancos de peces. Sin embargo, son una plaga desde el punto de vista de los humanos, puesto que los animales sólo buscan alimentarse; por lo tanto, en lugar de tratarlos como una amenaza que hay que exterminar, se debería procurar que sus intereses no entraran en conflicto con los de las personas (por ejemplo, cercando las cosechas).

- Invocar la costumbre como argumento: Si siempre se han comido animales o se les ha torturado, ¿por qué iba a ser malo? Sin embargo, que una cosa sea lo habitual no significa que sea lo correcto. En otras épocas, la crueldad con los esclavos o con los miembros de otras etnias era costumbre, y ello no implica que estuviese bien.

- El hecho de que hay muchas actitudes crueles hacia los animales, lo que permite a los atacados acusar de inconsistencia a quien les señala una crueldad, alegando que hay otras peores. La respuesta consistente es, entonces, oponerse al maltrato animal en todas sus facetas, yendo a la raíz del especismo.

- Y por último, una actitud que es una mera muestra de especismo en sí misma: trivializar el dolor de los animales porque “al fin y al cabo, no son humanos”, considerando así que por pertenecer a otra especie no importa lo que se les haga.

Todos estos argumentos se apoyan en los intereses de los humanos para no modificar unas conductas que llevan siglos arraigadas. Para cambiar estas actitudes y acabar con el especismo, es necesario reconsiderar la posición moral que ocupa el ser humano como criatura capaz de tomar decisiones que afectan a la vida, la muerte y el sufrimiento de incontables miembros de otras especies. Y actuar en consecuencia y con la responsabilidad individual que Singer señalaba ya en el primer capítulo.

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